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Victoria Ocampo, un antes y un después en la libertad de las mujeres 

La primera mujer argentina que dictó un precedente singular para la cultura, las disciplinas artísticas y las libertades de género en América del Sur.

Nota: El siguiente artículo forma parte de la edición de noviembre-diciembre 2021 de Vogue Latinoamérica. Se fotografió a la cantante argentina Zoe Gotusso en Villa Ocampo. 

Algunas plumas podrán sugerir que Victoria Ocampo forjó su vida y obra en un siglo que no contribuiría a perpetuar su legado, y en particular, que no correspondería con la belleza de sus ideales. Pero si en un abrir y cerrar de ojos emprendemos un periplo al pasado, visualizaremos el entretejido de una misión que le añadiría un indudable sentido al poder de la libertad, disipando vastas murallas, y acrecentando el ímpetu de una mujer que transformaría –de forma palpable– la historia de la cultura argentina, y la de toda Latinoamérica.

Desde el 7 de abril de 1890, en Ramona Victoria Epifanía Rufina Ocampo devendría el vigor de sus antepasados y un legado grandilocuente impartido por la clase fundacional del país que, tal como expresa Ernesto Montequin, curador del Centro de Documentación de Villa Ocampo, traza una profunda conexión con su categórica familia del patriciado. “Tanto del lado de la madre, Victoria Aguirre, como del padre, ambos tatarabuelos participaron en la Revolución de Mayo y en la Independencia de Argentina. Una familia que tenía conciencia histórica de su propio deber cívico, y de su participación en el país”. Así es como la mayor de seis hermanas construiría su singular narrativa con propósito, entre un optimismo cultivado por el esplendor de su tierra y la Belle Epoque, su ávida lectura, e institutrices que la sumergirían en un universo de clásicos en inglés y francés.

Inmersa en una vocación que en todo momento hallaría su leitmotiv en las raíces fundacionales, su proceso se contextualizaría gracias a la sagaz entrega de su labor.

Con el correr de los años, las tías abuelas de Victoria, cercanas a Sarmiento –artífice de la educación pública, gratuita e igualitaria en el país–, constituirían un rol inequívoco en su formación, lo que se traduciría en una lente cosmopolita en el apogeo de una familia de libre pensamiento y progresista que, aun así, se regía bajo los cánones de la época, y a priori no aprobaría su faceta artística, menos sus deseos de ser actriz. 

En 1907, su segundo viaje a París significó un hito sin retorno, puesto que la curiosidad y la pasión amalgamarían un lienzo hipnótico en Victoria, con un enriquecimiento cultural que se vivificaría gracias a clases de oyente en La Sorbonne, el encuentro con las librerías, su “emancipación como lectora” y, en una tercera travesía, el futuro se posaría ante sus ojos durante el estreno de La consagración de la primavera, de Igor Stravinsky, quien en 1936 dirigió su Persephone en el Colón, con Victoria Ocampo como recitante.

En tanto Buenos Aires era testigo de una de las primeras mujeres manejando un auto, su contribución a la cultura argentina impregnaría múltiples disciplinas artísticas. La amistad con el director de orquesta suizo, Ernest Ansermet, y la afición de Victoria por la música, la llevarían a poner en marcha gestiones institucionales para que la orquesta argentina alcanzara su esplendor. Otra fascinante vertiente de su sensibilidad rescataría los ideales de Bauhaus, el racionalismo y la arquitectura de Le Corbusier para convertirse en la promotora de la primera casa racionalista del país. Sus siguientes obras contribuirían a definir la arquitectura moderna rioplatense, esbozando “su propia interpretación de la modernidad a través de libros y revistas”, con una visión que se gestó en su ciudad, puesto que no retornaría a Europa hasta 1929.

A mediados de la Era del Jazz, mientras Victoria continuaba ejerciendo su hilo conductor en la cultura, La Nación publicaba el ensayo que cultivaría su título de escritora. Más tarde, al encontrarse en París, –vistiendo Chanel–, se propiciaban un abanico de intercambios con los intelectuales de la época. Aunque indudablemente sería Sylvia Beach, fundadora de la librería Shakespeare & Company, quien la haría sucumbir ante ‘Un cuarto propio’. El ensayo, y auténtico tesoro de Virginia Woolf de 1928, introdujo a Victoria en las respuestas idílicas del futuro: “Para poder crear y ser independiente, una mujer necesita un cuarto propio”; y al cabo de los años, Sur encapsularía su propio puente cultural.

 

Victoria Ocampo plasmaría el futuro de la cultura hispanoamericana y las traducciones en Sur, la revista que creó en 1931 –dos años más tarde daría forma a la editorial y en 1962 a Fundación Sur–, impulsada por el novelista Waldo Frank y el filósofo español Ortega y Gasset. Publicada de forma ininterrumpida durante cuarenta años y financiada por su creadora, la publicación cultural aunó a Aldous Huxley, Jorge Luis Borges, María Rosa Oliver y Albert Camus, entre figuras del espectro internacional que escribían ‘sin consignas’. “Ella va a desarrollarse y permitir que otros se desarrollen. Hay algo que se resuelve con Sur”, asegura Montequin.

El feminismo se convirtió en una parte esencial en su vida. En 1936, evitó que un retroceso en la Ley 11.357 derogara las libertades individuales que hasta 1925 equiparaban a las mujeres casadas con un menor de edad, y, a través de Sur, se opondría fervientemente a los totalitarismos de las décadas venideras. Sería la única mujer presente en los juicios de Núremberg donde, tras la creación de la UNESCO, comienza su longeva relación afín a sus valores. “Su encarcelamiento en 1953 durante el gobierno de Perón, no le impidió celebrar públicamente, en 1954, la promulgación de la Ley 14.367, que estipula los derechos de los hijos nacidos fuera del matrimonio, dice Montequin.

El número de Sur dedicado a la mujer cristaliza obras que “tratan del problema de la mujer y de la discriminación de aquellos años”, según el puño y letra de Victoria. 

Testimonios y una autobiografía, entre más obras ensayísticas suyas, inmortalizarían su audaz puesta en relieve del mundo. La residencia había sido erigida por su padre, Manuel Ocampo, en 1891 y atesoraría “pasos y voces” de su horizonte construido para las generaciones futuras. La propiedad, que fue reformada por Ocampo en términos de decoración bajo la austeridad de los viejos criollos y cedida a la UNESCO en 1973, constituye un proyecto cultural inigualable en la región.

 

Victoria construye la mujer moderna en todos sus aspectos, por eso es fundacional. Se ofrece como ejemplo sin ningún antecedente”, asevera Ernesto Montequin. La única y primera mujer a nivel internacional en ingresar a la Academia Argentina de Letras en 1977, pondera en su discurso de ingreso a Virginia Woolf y a Agueda, reivindicando la identidad del mestizaje.

 

Fuente: Vogue