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Xiye Bastida: la activista mexicana que lucha por la justicia climática

La joven de 19 años, Xiye Bastida, es una de las activistas contra el cambio climático más comprometidas de su generación.

Si no has escuchado de Xiye Bastida, pronto lo harás. Durante la Cumbre de Líderes por el Clima, organizada por el presidente de los Estados Unidos, Joe Biden, el abril pasado, cuarenta cuadrados virtuales aparecieron en una pantalla, mostrando a toda una variedad de presidentes y primer ministros rodeados de un gran número de banderas.

El enfoque se centraba sobre cada uno de ellos o ellas, mientras hablaban en lenguaje técnico sobre las transiciones energéticas, los objetivos de las emisiones y otros lugares comunes universales sobre el tema ambiental.

Había una disonancia en los procedimientos: advertencias paralizadoras sobre desastres naturales como incendios, inundaciones, sequías, pérdida de cosechas, colapso de ecosistemas… Todas narradas con un desapego globalista. Más adelante, a mitad de la presentación, el Secretario de Estado de EE.UU., Anthony Blinken, presentó a una joven activista.

 

Como todos los demás, ella miraba al frente. Pero sus palabras vibraron con rabia, miedo, desesperación. Les dijo a todos los líderes que están en negación. Ellos hablaban de una reducción en la producción de carbón, gas y petróleo. ‘Ustedes necesitan aceptar que la era de los combustibles fósiles se acabó’, afirmaba. Luego lanzó la acusación más abrasadora: ‘Las personas aquí reunidas son parte del norte global’. ‘Los sistemas que sostienen la crisis climática requieren que existan zonas de sacrificio’. Ella se refiere a que naciones ricas han escogido ciertos grupos para hacerlos lidiar con las consecuencias de su contaminación: países pobres en el hemisferio sur; así como vecindarios de personas de color en los Estados Unidos, Canadá y Europa.

A menudo, la descripción de joven activista contra el cambio climático suele ser sinónimo de una sola persona: Greta Thunberg, la adolescente que protestó frente al Parlamento de Suecia en 2018 y que detonó todo un movimiento global. Sin embargo, Thunberg nunca ha actuado sola.

Los señalamientos más importantes en dicha Cumbre de Líderes fueron realizados por Xiye Bastida, una jovem de 19 años, miembro del pueblo indígena mexicano otomí-tolteca, y quien ha vivido en la ciudad de Nueva York desde los 13 años. Fue en su país natal donde aprendió que sus palabras podían convertirse en temas virales, especialmente entre los más jóvenes, quienes aplaudieron el contraste que creó frente a las declaraciones del actual presidente de México, que había usado la cumbre para jactarse de sus planes de extraer más petróleo.

Luego de las declaraciones de López Obrador, Bastida tuiteó un link con su discurso completo, dejando ver que al presidente mexicano le faltaba ‘ambición’. Por su parte, el escritor y activista contra el cambio climático, Bill McKibben, se unió al debate: ‘Sería buena idea ponerla a ella a cargo de un continente, o dos’.

Xiye Bastida recibió tantas llamadas que su teléfono explotó. Luego borró WhatsApp. ‘I roast in México’, afirma con este anglicismo frecuentemente empleado para exponer, hablar o criticar algún tema en redes. Bastida aprendió inglés por sí sola en la escuela secundaria y no siempre entiende todas las expresiones idiomáticas. ‘¿Quieres decir que tú estallaste en México?’, le vuelvo a preguntar. ‘Sí, eso quise decir’, corrige entre risas. ‘Estallé en México’.

Hoy estamos en su dormitorio universitario, un edificio residencial en la Universidad de Pennsylvania, donde lleva una doble vida como activista y estudiante de segundo año, optando por una especialización en estudios ambientales con enfoque político (de hecho Penn Today, la publicación del campus, sacó un artículo en donde la nombra ‘la chica del clima’ de la universidad). La mayoría de sus lecturas la hace a bordo del Megabus, trasladándose a Nueva York para asistir a encuentros con otros activistas, dar charlas, y posar en sesiones de fotos.

Todo esto suena duro, me atrevo a decirle. ‘De hecho, es muy terapéutico’, ella me responde. ‘Es un bus de dos pisos, así que puedo ver arriba y al frente, y tengo esta vista increíble del paisaje’.

Ahora, sentada en un clásico sofá de dormitorio, lleva su largo cabello negro en una cola de caballo, un suéter tejido azul, y jeans blancos de bota recta que reconozco porque son parte de la más reciente campaña para Levi’s. Al hablar con ella me impresiono por los dos lados de su personalidad: En persona, ella es gran parte de esa conmovedora activista que ofreció ese impactante discurso en abril.

 

Pero Bastida es también una adolescente conversadora, de 19 años, que habla con entusiasmo sobre sus clases (el sueño de todos los profesores). ‘Fue muy difícil para mí porque de verdad me gusta estar en el salón de clases’, comenta sobre la modalidad remota durante el tiempo de la pandemia. ‘Amo participar, amo cuando las cosas giran dentro de mi cerebro, y mi profesora siempre dice: ‘las clases son mejores porque ustedes están aquí’’.

 

Sus repisas están llenas de relatos de ficción (Cien años de soledad; La maravillosa vida breve de Óscar Wao) así como libros de historia sobre los movimientos de derechos del trabajador y los movimientos de derechos civiles. En su trabajo de curso Xiye Bastida reúne enseñanzas del pasado, y siempre le sorprende ver que muchos de los conceptos que su generación promulga actualmente (la sabiduría de los pueblos indígenas, la justicia medioambiental…) fueron elevados hace años por la academia. ‘Es una locura ver cuánto tiempo demoran estas ideas en llegar al público’, afirma.

Como activista, ella siente que su rol ‘es como un puente de acercamiento, para que este conocimiento pueda permear en movimientos de masas’. Y es que es difícil determinar cuándo el cambio climático dejó de ser esa amenaza lejana que Al Gore alguna vez advirtió, para convertirse en una aterradora verdad del día a día. Con certeza, el verano pasado estábamos en medio de esta verdad. Las terroríficas noticias sobre el clima iban tan rápido que a duras penas podíamos seguirlas: inundaciones en China y Alemania; una ola de calor en Canadá que llegó a poner el termostato en 49 ºC; huracanes en la Costa Este de los Estados Unidos; sequías e incendios en la Costa Oeste; inundaciones relámpago en Tennessee.

Cuando llegó el otoño, nos dimos cuenta del patrón obscuro en Washington D.C., cuando las medidas más ambiciosas de Joe Biden seguían siendo frustradas por el senador de Virginia del Oeste, Joe Manchin, quien con sus conexiones con la Exxon y su negocio multimillonario de extracción de carbón, parecía ser la personificación real de la industria de los combustibles fósiles.

Todo parecía sumido en un momento de gran desesperación, si no hubiese sido por el Movimiento Climático Juvenil, y especialmente por jóvenes como Xiye Bastida, quienes han podido dejar en claro todo lo que está en juego –moralmente– en esta crisis, llevando este mensaje a las masas.

Parte de la autoridad que posee Xiye Bastida en la actualidad es gracias a su historia de vida. Ella creció en San Pedro Tultepec, en el Estado de México, hasta que su familia tuvo que mudarse hacia el norte a consecuencia de una serie de desastres relacionados con el cambio climático: primero fueron las sequías, luego las cosechas perdidas, el alza en los precios de la comida, y más adelante, llegaron los días de lluvias torrenciales sin sistemas de drenaje adecuados. ‘Nuestra calle era un río lleno de agua’, afirma Bastida, ‘agua muy, muy, muy marrón’.

 

‘No había ni una sola persona blanca en toda la escuela’, me comenta. ‘Puede sonar muy ingenuo de mi parte, pero la idea de que por quien eres, por el color de tu piel, puedas ser discriminado, era algo muy impresionante para mí en ese momento’. Bastida se puso a sí misma en un boot camp de inglés. Escuchaba música en inglés, veía películas de Hollywood y las repetía. ‘Estaba, literalmente, forzando a mi cerebro para que aprendiera’, afirma. Así que gradualmente la escuela se hizo más fácil.

Para final del octavo grado ya era una estudiante con méritos y era también presidente de la clase. Había sido admitida en la Secundaria Beacon, una institución de renombre ubicada en el vecindario Hell’s Kitchen. En México soñaba con ser veterinaria, pero (me confiesa Geraldine), la mente de Xiye se expandió cuando llegó a Nueva York. ‘Pienso que se dio cuenta de que podía ayudar a los animales y a las personas a una escala mucho más grande’. Y tuvo la oportunidad de demostrarlo en su segundo año de secundaria, cuando Mindahi fue invitado a hablar en el Foro Urbano Mundial de Malasia. Él no podía trasladarse y dar la conferencia, sin embargo, le preguntó a los organizadores si su hija de 15 años podía reemplazarlo.

Sorprendentemente dijeron que sí. En febrero de 2018, Bastida se encontraba sobre el escenario en Kuala Lumpur, como parte de un panel de expertos en desarrollo sustentable.

 

‘Todo ese tiempo me preguntaba ‘¿qué debo decir’?’, recuerda. Al final decidió contar una historia sobre su infancia en México, sobre las autoridades de la Universidad en la que su madre daba clases, y lo que ocurrió cuando estos decidieron construir un nuevo edificio en el borde de un humedal, sin escuchar las recomendaciones de las comunidades indígenas de la zona. ‘La comunidad les decía: ‘esto es un humedal, el edificio se va a hundir’’.

 

La Universidad procedió de todas formas. Contrataron ingenieros, hicieron pruebas de suelo, y afirmaron, erróneamente, que no había inconvenientes para construir. ‘Cada lugar tiene su propia historia, su propia gente’, afirma Bastida. ‘Así que debes siempre preguntarles antes de construir’. Esta era una lección que le escuchaba siempre a su padre, pero era una enseñanza que se oía muy distinta en la boca de una joven de solo 15 años. Fue un momento de revelación: ‘me di cuenta de que mi voz como joven, era importante, y que la gente la escuchaba’.

Cuando regresó a Nueva York se enlistó en el club ecológico de Beacon, que estaba muy ocupado haciendo lo que hacen casi todos los clubes de ecología de las secundarias: desarrollar el sistema de reciclaje de la escuela, proyectando documentales, regalando botanas veganas… Pero Bastida estaba convencida de que se podía hacer más. En seguida se postuló para una posición de liderazgo. ‘Junté a todos y les dije ‘okay, vamos a comenzar a hacer lobby en Albany’’.

Y es que los activistas por el medio ambiente en el Estado de Nueva York trabajaban para que se aprobara el Acto de Liderazgo Climático y Protección a la Comunidad, uno de los proyectos de ley más ambiciosos en materia ambiental. El club de Bastida se subió a un autobús en dirección a Albany, conocieron a legisladores, fueron testigos en audiencias y sostuvieron debates. ‘Recuerdo que un día estábamos cantando en el autobús y se sentía como un campamento’, comenta. ‘Esto cambió la forma en que veíamos nuestro rol. Podíamos cambiar al Estado, incluso podíamos cambiar nuestro sistema educativo’.

Marilyn Vasta, quien está en el comité directivo de New York Renews, el grupo de coalición detrás de la ley, me comentó que Bastida se destacó rápidamente por encima de otros jóvenes activistas. ‘Es increíblemente carismática, y parecía como si ella no tuviera miedo’. Era muy buena frente a la cámara. Algunas personas se ven muy atraídas por la cámara, pero, Vasta recuerda que Xiye se mantuvo siempre enfocada en el objetivo. ‘Ella no se impuso, tampoco fue tímida de ninguna manera’.

 

En 2019, Bastida comenzó a desilusionarse de su trabajo con las manifestaciones. Esta ley ante el cambio climático en Nueva York fue aprobada eventualmente, pero los oficiales del Estado han fracasado en ejecutarla y en encontrar fondos para desarrollarla. ‘Fue como, ¿por qué estamos debatiendo con los políticos, si no ellos hacen nada?’. En ese mismo periodo el mundo empezaba a oír de Greta Thunberg y su protesta frente al parlamento sueco, y Bastida inmediatamente se conmovió por su ejemplo.

‘Si bien nuestro deber cívico, como estudiantes, es ir a la escuela, la única forma que tenemos para que los adultos nos presten atención, es rompiendo este deber cívico’, afirma. Ella misma organizó una marcha por Beacon, lo que implicó que tuvo que asegurarle al director que esta acción no le daría ‘mala prensa’. Al final logró que 600 estudiantes se sumaran a la protesta. Más protestas ocurrieron: Marchas al Museo Nacional de Historia, un plantón en Time Square como parte de una coalición llamada Fridays For Future. Viendo las fotos en su celular, recuerda lo bien que se sentía en esos momentos. ‘Nunca me había sentido tan a cargo de nuestros propios destinos’.

Ese mismo verano, Thunberg navegó por todo el Océano Atlántico para dar un discurso en la Asamblea General de las Naciones Unidas. En agosto, Bastida, junto a la también joven activista, Alexandria Villaseñor (de solo 13 años en ese entonces), fueron las encargadas de recibirla al momento del arribo a Nueva York.

Dentro de todo el revuelo que causó todo esto, Xiye recuerda un momento en particular, cuando ella y Alexandria estaban en Washington D.C. como miembros de un panel y de forma casual revisó su cuenta de Instagram. Había una insignia azul junto a su nombre. ‘Luego mis amigos comenzaron a llamarme y escribir: ‘Xiye, Xiye te acaban de verificar en Instagram’’. Desde ese momento sus seguidores comenzaron a multiplicarse en cientos de miles. Esta también fue otra gran lección.

‘Muchas veces las personas piensan que necesitan primero una plataforma para lograr un cambio, pero esto no es cierto’, afirma. Allí fue cuando comenzó a pensar en cómo distinguir su mensaje del de Greta. ‘Es solo el énfasis por las personas más afectadas’, comenta. ‘Y también de esas voces que no están siendo escuchadas porque no están siendo invitadas a la mesa en donde se toman las decisiones.

Así que era sobre la diversidad, la inclusión, y todas las cosas que Greta no representaba, porque no podía. Pero luego, obviamente, ella estaba muy consciente de eso, y su presencia atrajo toda esta atención hacia nosotras’.Bastida también buscaba incorporar un elemento de positividad en el discurso. ‘En ese tiempo, en el famoso discurso de Greta, Nuestra casa está en llamas, el mensaje era como ‘ustedes adultos están destruyendo al planeta y nuestro futuro. Nosotros, como jóvenes, tenemos que levantarnos en contra de ustedes’. Y mi forma de pensar es como, sí, todo eso es cierto, pero también lo es que toda persona en una posición de influencia es también un adulto’. Así que Xiye comenzó a hablar de colaboración y solidaridad internacional con el conocimiento de sus padres y abuelos.

 

‘Ya tenemos la atención de las personas, así que ahora necesitamos hacer que sea algo sostenible y que los adultos no nos digan cosas como: ‘Ya, cállense, solo nos están gritando y no los queremos oír’’.

Las compañeras de habitación de Xiye son todas ambientalistas en un estilo muy Gen Z. Narayanamoorthy es una estudiante de Wharton, la Escuela de Negocios de Penn, y estudia específicamente formas de crear comercio minorista sustentable, específicamente en la industria de la moda. ‘Mi enfoque es extender el ciclo de vida de la prendas’. Y en su tiempo libre, confecciona ropa a partir de tela usada. Desde hace unos días trabajaba en el disfraz de Xiye: Un planeta tierra hot. Narayanamoorthy me enseña un boceto: un minivestido azul muy chic, con continentes verdes consumidos por llamas de fuego. ‘Estoy pensando en que la capa base sea en denim’, afirma. ‘Xiye recientemente trabajó con la marca Reformation, y ellos tienen un minivestido de jean perfecto’.

Xiye es siempre muy cautelosa con las alianzas de grandes compañías. ‘Siempre pensé, oh, las compañías son tan malas, ellas son las que están literalmente destruyendo el planeta. Pero no es como que en el futuro no podamos tener empresas, ni economía’. Así que ahora trata de apoyar a las marcas que demuestran con éxito el haber cambiado sus prácticas comerciales. Ella les pide revisar sus planes de sustentabilidad, y trata de medir si sus ejecutivos están genuinamente interesados en tomar acciones. Aún así, afirma, ‘es una línea muy delgada que siento que a veces cruzo’.

Se refiere específicamente a haber colaborado con una campaña de Nike el año pasado. En el momento de aceptar no hizo una asociación entre la marca deportiva y las fábricas clandestinas de explotación humana, hasta que alguien lo mencionó en Instagram: ‘Busqué información sobre el asunto, y fue algo de hace 30 años’, pero aún así se arrepiente hasta la fecha.Su otra roommate estudia para graduarse como veterinaria. ‘Ella está viviendo mi sueño’, Bastida bromea. ‘Yo lo tenía todo resuelto cuando tenía seis o siete años. Iba a estudiar francés, graduarme como veterinaria, me iba a mudar a París e iba a abrir una boutique/clínica veterinaria’. En esta boutique ella vendería ropa para perros, y es en este momento que le pregunto si se arrepiente de haber tomado este camino.

 

‘No es que no me sienta plena por mi decisión’, responde, ‘pero siempre me estoy haciendo la pregunta que se hacen todos los activistas, que es: ¿qué estaría haciendo si no tuviese que lidiar con las injusticias?’. Quizás sea una pregunta frecuente de su generación. ‘Nuestro potencial no está desarrollado al máximo porque estamos reparando todas las cosas que están dañadas’.

En septiembre visité a Bastida en una de las marchas de Fridays For Future en la ciudad de Nueva York, en donde había una multitud reunida en el Battery Park. Fue una tarde increíble con un clima cálido y con un sol radiante que caía sobre el pasto. Bastida habló de las bellezas del mundo que lucha por salvar, y lanzó una advertencia a los ‘líderes mundiales y a las industrias’ sobre lo que deben saber sobre el Movimiento Climático Juvenil: ‘no dejaremos de protestar, de movilizarnos, de estudiar y retar sus acciones’. Acto seguido, dos compañeros activistas se le acercaron y le pidieron una foto. Le dijeron que iban a la escuela media, y Bastida se puso nostálgica. ‘Yo llegué a Nueva York cuando estaba en octavo grado’, les dijo. ‘El tiempo pasa tan rápido’.

Las compañías de combustibles están por todas partes en los eventos ambientales, como patrocinantes, así como los bancos y compañías aseguradoras que financian sus operaciones. Bastida lucha para dar una respuesta precisa ante este tema: ‘Algunas veces pienso que los que contaminan deben pagarlo. Ellos causaron esta crisis, y deberían pagar por la solución’. Pero ella también afirma que hay ‘culpa’. Es muy difícil mantenerse impoluto al trabajar en temas ambientales. ‘Todo está conectado a los combustibles fósiles de alguna manera’, afirma. ‘Es difícil ser parte de la solución sin tocar algo de todo eso’.

Esto deja en evidencia lo complejo del problema que tenemos enfrente. Es muy inspirador que los padres de Xiye se hayan conocido al ser parte del movimiento ambiental, pero también es desesperanzador. El mundo conoce y ha hablado sobre el cambio climático desde la última mitad del siglo pasado. Las reuniones de la COP se han celebrado en los últimos 30 años y las emisiones de gases no han hecho más que subir.

Cuando le pregunto a la madre de Xiye, Geraldine, sobre cómo podría lidiar su hija ante una posible derrota, ella me responde: ‘No hemos criado a nuestros hijos diciéndoles que la vida se trata del éxito, no de esa forma. Se trata de hacer lo mejor que puedas’. Bastida es más optimista. Ella se apoya en sus lecturas históricas. ‘A menudo, las personas comienzan a movilizarse antes de que algo pase. Las personas comenzaron a protestar en los años 30, antes de que surgiera el Movimiento por los Derechos Civiles’. Este movimiento podría ser igual.

‘Lo imagino en los libros de historia: ‘Todo comenzó en 2019 con 600 jóvenes, luego 5,000 en toda Nueva York. Luego fueron 300,000’. ‘Luego quiero ver que diga que para 2021, 2022, 2023 ya eran millones y millones de personas en todo el mundo’. Xiye continúa: ‘Cuando piensas en ello, tomando en cuenta el marco de tiempo, pienso que nos estamos moviendo muy rápido’.